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"El camino de Dios... En el salto, desde la cabeza del leon, él demostrará su valor."

Al ver el gran abismo que hay entre él y la entrada al lugar donde está el Grial, Indiana menciona que es imposible llegar al otro lado de un salto. Y ante el apuro de poder conseguir el cáliz de Cristo y salvar de la muerte a su padre, se da cuenta que el único camino a seguir es uno solo: debe dejar los miedos a un lado y dar el paso final hacia el abismo. En pocas palabras, debe dar un salto de fe.

El resto es historia conocida (y una de las muchas razones de porqué la saga de Indiana Jones es una de mis favoritas): el personaje de Harrison Ford no cae porque se atrevió a desafiar ese imposible salto, descubriendo un puente que está mimetizado con el paisaje del abismo que le permite cruzar al otro lado.

A lo largo de la vida, en diferentes circunstancias y por distintas razones, nos enfrentamos a ese abismo casi infranqueable, donde debemos elegir si nos arriesgamos a dar el salto o no. Claro que, a diferencia de la película, nosotros si podemos caernos y pegarnos un porrazo de antología, del cual deberíamos de levantarnos para intentar dar un millón de saltos más, con igual o mejor suerte. El problema es tener la suficiente fe para atrevernos a dar el paso hacia el frente y no hacia el costado, independiente de la suerte con la que corramos.

En el salto demostraremos nuestro valor... si es que nos atrevemos a saltar. Y para ser sincero, no me atrevo todavía...